Esperé a que todos estuviesen dormidos, y eso no ocurrió hasta bien entrada la noche. Pero da igual, la desquiciante espera tuvo su recompensa. El cuchillo no estaba afilado, así que los cadáveres tenían cortes desiguales por todos lados. No recuerdo mucho más de aquellos momentos. Todo ocurrió muy rápido, y casi no opusieron resistencia. La única que realmente se defendió fue la recepcionista, que se había asustado al oír los gritos del piso de arriba. A los demás los maté mientras dormían. Nadie llamó a la policía. Nadie oyó sus gritos. No les dio tiempo.
A la mañana siguiente, ya no estaba allí. Arreglé el coche y me largué. No me apetecía pasar otra temporada entre rejas. Me enteré por las noticias que encontraron los cuerpos sin vida una semana más tarde, cuando unos turistas llegaron preguntando por no se qué. También dijeron que el autor de semejante acto era un peligroso psicópata, dieron mi nombre y mi foto, y pidieron a los ciudadanos que confesasen a las autoridades cualquier dato relevante que tuvieran en su poder. Me pillaron a los dos meses, cenando en un restaurante de comida rápida.
No he vuelto a ver la luz del sol desde entonces. Ni siquiera sé si estoy en una cárcel o en un manicomio. No tengo contacto con otras personas. Dicen que porque soy altamente inestable. Y un sociópata. Dicen tantas cosas de mi que ya he perdido la facultad de escuchar. Ahora simplemente oigo. Si me preguntan por qué hice lo que hice, la verdad es que ni yo mismo sé la respuesta. Será verdad lo que dicen. Como siempre.
0 comentarios:
Publicar un comentario