Walter.


Walter era un buen amigo. No recuerdo a ciencia cierta cómo le conocí, pero siempre nos lo pasábamos muy bien juntos. Cuando estaba con él, sentía una extraña predilección por las nuevas experiencias. Era realmente un gran apoyo moral. 

Era bastante simpático, y sabía hacerte reflexionar sobre casi cualquier tema. Siempre hablábamos sobre las cosas que me pasaban. Sobre mis preocupaciones, mis sentimientos, sobre todos aquellos falsos amigos a los que tanto odiaba yo...Él nunca les dirigió la palabra. Walter era muy orgulloso. Tampoco me habló jamás sobre su vida, porque seguramente no quería decepcionarme. También era bastante tímido, y durante mucho tiempo, solo nos tuvimos el uno al otro como únicos amigos. Me conocía como nadie.

Sin embargo, hace unos meses, sucedió una cosa muy extraña. Estábamos en el jardín de mi casa cuando me propuso una competición de tiro al blanco. No recordaba haberle dicho que mi padre guardaba una escopeta, pero él lo sabía. Le dije que era peligroso, y que podíamos hacernos daño. Pero al final me convenció, y empezamos a disparar sobre latas de refresco. Nos apostamos que el que perdiese el juego, debía disparar contra lo que el ganador eligiese. Yo nunca había cogido la escopeta, así que no acerté a dar a las latas, y perdí. Walter me ordenó que apuntase contra la puerta de la casa de mis vecinos, me dijo que no había nadie y apretó el gatillo por mí. 

Desde ese día, mis padres me obligan a tomar unas pastillas, y ya no he vuelto a ver a Walter.


Nota: Esto cuento es una adaptación de una historia, también hecha por mí hace un año. La original descansa en alguna parte de mi habitación, junto a otras cosas que, con toda seguridad, no merecen ser recordadas.

CONVERSATION

3 comentarios:

Jorge Mateo. Con la tecnología de Blogger.
Back
to top