Descafeinado I.


Una mañana de verano, como la mayoría de las ya pasadas, fui al bar de al lado a pedir mi café con leche, siempre esperando la posibilidad de volver a ver la chica que vi hace un par de meses atrás. Nunca aparecía. Pero esa mañana por fin ocurrió algo distinto a los demás, entró un señor con una barba muy espesa preguntando por un tal Jorge, pensé que se referiría a otro, pero no. Me dijo que si le quería acompañar a un sitio del que no podría hablar a nadie, nunca. Mucha responsabilidad para tan poca persona y poco corazón como yo tenía recién salido de la cárcel, solo un año de libertad, pero no tenía nada que perder y mucho que ganar. Le acompañé por las calles de Barcelona, por recovecos que a decir verdad, no había recorrido nunca, todos iluminados con una tenue luz, casi en la más absoluta penumbra cuando solamente eran las 11 de la mañana. Por fin llegamos a lo que era, o por lo menos parecía, una calle sin salida con un gran muro, del cual no puedo dar más detalles debido a la promesa que hice.

-Golpea la pared con fuerza, como si quisieras tirarla de un golpe. -Me dijo el señor de la barba.

-¿Se cree usted que estoy loco?

-Hazlo, no piense en nada, deje su mente en blanco, y solamente hazlo.

Me dispuse a correr contra la pared con el mayor ímpetu de mi vida, pero la pared no cedió lo más mínimo, y empecé a sangrar, mucho. El hombre se fue lentamente dejándome herido, lo más seguro es que me quedaran solo un par de horas de vida hasta desangrarme y la única imagen que me venía a la mente era la de aquella preciosa chica con la que ningún día podré estar, ni con ella ni con mi hermana, solo esperaba que alguien me encontrara y me llevara al hospital más cercano.

CONTINUARÁ.



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Jorge Mateo. Con la tecnología de Blogger.
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