Domingo noche.

Los textos impregnados con la melancolía propia de un alcohólico confeso ya cansan. La vida es un continuo vaivén entre la tristeza y la alegría, y no hay razón por la que no demostrar que también hay otras muchas cosas aparte de las reflexiones agónicas y los sentimientos reprimidos. ¿Dónde quedaron los momentos felices? ¿Y las causas de la risa? ¡Qué manera de tergiversar la vida, el hablar solo de los baches!

La escritura depende tanto del estado de ánimo como un parásito de su anfitrión, y vivir en una especie de meditación ininterrumpida no es un buen prospecto para señalar lo bello y lo bonito. No sé mucho más, ni siquiera sé porque escribo esto. Sólo que los domingos no son un buen día para ponerse a recoger flores, porque la resaca y las preocupaciones parece que se alían para demostrarte que no hay mucho más que hacer ni que cambiar en tu monótona rutina, salvo comprarse algo en oferta o probar una droga nueva.

Hablar sobre nada cuando hay tantas cosas que decir es preocupante, y más cuando esas cosas deben ser dichas cuanto antes. Entre lo que se siente y lo que se dice hay un océano de indecisiones, y todas y cada una de ellas las padezco yo, y con toda probabilidad, las padeces tú. No queda nada de las primeras frases en este párrafo. Ideas que se diluyen en menos de veinte líneas.

Pero esto no es un artículo. Es simplemente una reflexión abstracta más. A la lógica se la han cargado las contradicciones impuestas por un cerebro en proceso de aprendizaje. No tiene por qué haber coherencia. Pero aunque no lo parezca, haberla, hayla.

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Jorge Mateo. Con la tecnología de Blogger.
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