B.B. King nunca fue feliz por el dinero que ganó, tan solo con "seis cuerdas que le daban la vida eterna". Kurt Cobain dijo una vez que no quería morir jamás, para no cumplir la clásica historia de rock. Jimmy Hendrix jamás quiso ganar dinero de su talento, tan solo "quería hacer una música tan perfecta que se filtrase a través del cuerpo y fuese capaz de curar cualquier enfermedad". Bob Marley murió por no seguirle la corriente a un sistema controlado por el dinero, la sangre y el temor.

¿Hoy que nos queda? Un niñato de pelo pantene que se cree el próximo genio del reino musical, chicas que se creen que las buenas películas, las que te hacen pensar, son raras y no merecen la pena (Britney Spears) o una estúpida mujer que "desearía estar taaaan flaca como esos pobres niños de África, pero sin todas esas moscas, muerte y esas cosas" (Mariah Carey).

Esto me demuestra muchas cosas, quizás demasiadas. No podemos, no debemos seguir ignorando algo que subliminalmente el mundo nos está transmitiendo desde hace ya varias generaciones, os hablo de la continua corrosión, no solo musical, sino también educativa y política que lo único que consigue es que vayamos directos a nuestro fin colectivo, como aquellos kamikazes que surcaron hace no tanto tiempo los cielos creyéndose los amos y señores del planeta, justo antes de ser olvidados. Olvidados, como estos artistas de pacotilla que, gracias a un capricho del destino, terminarán agonizando entre las tinieblas de la historia.

Mi sueño es acabar con toda la puta hipocresía, la avaricia y el egoismo del mundo. Mi sueño me gusta y a la vez me aterra. Por una parte, me encanta saber que los que lean esto y se sonrían piensan lo mismo o algo parecido a mí. Sin embargo, me doy cuenta de que solo es un sueño, y los sueños, sueños son.