Sacrificio.

Hace cosa de unos 35 años un joven afroamericano fue apartado de su equipo de baloncesto por estar supuestamente subdesarrollado (con catorce años medía 1,80m). A la vuelta de las clases se encerró en su habitación y rompió a llorar. Esto no duró mucho. El verano de aquel año siguió una estricta dieta para acelerar su crecimiento. 10 centímetros en 3 meses. Desde aquel momento no paró de entrenar y entrenar, aunque eso le privase de salir de fiesta con sus amigos por la noche o divertirse como el resto de los chicos de su edad. Su nombre era Michael Jordan.

Este espíritu de superación y sacrificio es el que deberíamos seguir todos, perseguir nuestros sueños necesita de ello. Si todos nos esforzasemos de la misma manera que lo hizo "su majestad aérea" viviríamos en un mundo mejor.

Antes que Jordan hubo otro muchacho algo diferente. Era muy bajito, enclenque y blanco, de origen austriaco y que le negaron la entrada en bellas artes. En vez de esforzarse por lo que realmente le gustaba, se alistó en el ejército alemán como último recurso y fue escalando posiciones, como hiedra envenenada que trepa por la pared. Pared de una casa cuyo interior estallaría bajo su sangriento mandanto. Sí, era Adolf Hitler.

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Jorge Mateo. Con la tecnología de Blogger.
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